Después
de haber alcanzado nuestra certeza como fruto del inicio de nuestro
trabajo en la expansión de consciencia, continuamos nuestro camino
hacia la segunda llave que nos conducirá al encuentro del tesoro que
habita en nuestro interior. Si existe algo realmente importante para
la expansión de consciencia, algún requisito indispensable, esa
cualidad sin la cual es imposible avanzar, es la coherencia. Mucho se
habla de ella, todos la reconocen como una virtud, a todos les gusta,
todos la admiran, se nos llena la boca al hablar de coherencia, pero
pocos la consiguen y menos aún son quienes logran mantenerla.
Ahora
bien, ¿en qué consiste la coherencia? pues en algo tan sencillo
como decir lo mismo que se piensa y hacer lo mismo que se habla, es
decir, mantener la misma intención y propósito en pensamiento,
palabra y obra, no borrando con el codo lo que se escribe con la
mano. Solo que esto, que dicho así parece fácil, puede resultar lo
más difícil del mundo, no porque no lo queramos sino porque estamos
fragmentados en multitud de yoes distintos, cada cual con sus propios
intereses, de manera que lo que piensa y quiere uno nada le importa
al otro, y lo que quiere este otro tampoco le interesa a los demás.
Conseguir
la coherencia es un ejercicio de integridad donde las energías se
concentran, los yoes se callan y el ego se pone al servicio de la
consciencia y la voluntad. De lo contrario seremos los mismos títeres
manejados por nuestro ego, corriendo de aquí para allá, pensando
ahora una cosa, después diciendo otra y mañana haciendo otra bien
distinta. Todo depende del yo de turno que se ponga al mando y el
interés que persiga para que vayamos detrás de sus lucecitas de
colores, boicoteándonos a nosotros mismos a cada paso.
Continuamente
empezamos octavas proyectivas, abrigamos nuevas intenciones y
emprendemos nuevos proyectos o propósitos, pero muy pocos son los
que finalizamos, precisamente porque no logramos mantener la
coherencia. Cuando pensamos podemos verlo todo muy claro y no tener
dudas de lo que queremos, pero al traducirlo a palabras y hablar de
ello con los demás podemos observar que suele perder alguna nota o
semitono, y cuando pasamos a la obra aún difiere de lo hablado y
mucho más de lo pensado.
Lo
que en un principio podía ser una idea clara y definida en nuestros
pensamientos (plano mental), comienza a perder fuerza y dirección al
pasar por el punto de inflexión de la palabra (plano etérico), y
nuevamente lo sufre por el punto de salto al pasar a la obra y los
hechos (plano físico). La única manera de evitar esto es a través
de la coherencia, manteniendo la misma para no desviar la intención
inicial y el propósito final. De no ser así, nada conseguimos, pues
comenzamos octavas proyectivas con intenciones y deseos que nunca
llegan a buen puerto, que se desvanecen al poco de empezar o que
fácilmente se desvían para terminar haciendo otra cosa bien
distinta.
Sin
coherencia no hay nada, ningún avance verdadero, ninguna
responsabilidad que seamos capaces de asumir con garantías, ningún
crecimiento que permita a la consciencia expandir y cristalizar. La
coherencia es un adhesivo que nos permite funcionar como una sola
pieza, unificando lo que antes estaba dividido y fragmentado, es la
integración que posibilita que actuemos como un todo en la suma de
las partes.
El
rumbo de nuestra existencia se podría resumir en la triada
intención-propósito-voluntad, y ésta es imposible de mantener sin
debida coherencia entre pensamiento, palabra y obra.
Cuando
logramos ser coherentes no solo estaremos más capacitados para
llevar a cabo nuestros objetivos al mantener la dirección y el rumbo
que nos marcamos, sino que supone un ahorro de energía y un manejo
consciente de la misma para ser usada con propósito y
responsabilidad. La coherencia unifica, es integradora, nos hace
dignos de confianza y fiabilidad, nos confiere una existencia más
auténtica y real para dejar de ser una probabilidad y reconocernos
como particularidad.
Sin
duda esta segunda llave
es
otro material necesario
para la consciencia en
la construcción del Espíritu,
el cuerpo de enlace que
expresa al Ser que en el
fondo Somos.
La coherencia resulta indispensable como paso previo a la
impecabilidad que nos vuelva
a conectar con lo que perdimos
pero podemos llegar a
ser: verdaderos Seres
Humanos, libres y justos con nosotros mismos y los demás.
Ángel
Hidalgo
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