Se
define la impecabilidad como la cualidad de lo que es intachable, que
no tiene defecto ni mancha; y como sinónimos tenemos: irreprochable,
correcto, íntegro, intachable, impoluto o inmaculado. Pero no
debemos confundir la impecabilidad con la perfección, que es una
idea relativa, idealizada e inalcanzable, sino con la cualidad de lo
que es justo y proporcionado, de lo que es correcto frente a lo que
no lo es.
Ser
impecable es saber manejarse en la vida de forma correcta y
equilibrada, con la atención precisa en las cosas que son
importantes al tiempo que se evita lo que es banal y superficial,
aquello que supone un gasto inútil de energía o una distracción
innecesaria. Como seres humanos contamos con una cantidad limitada de
energía y tiempo, así que para ser impecables debemos aprender el
manejo consciente de dichas energías, ya que nos va la vida en ello.
Lo
cierto es que malgastamos energía con suma facilidad, con
preocupaciones, con fascinaciones, con enfados, con distracciones,
con vanidades y con todo tipo de excesos y desenfreno. Ser impecables
conlleva el uso consciente de la atención y la observación,
hablando cuando hay que hablar, escuchando cuando hay que escuchar y
accionando cuando hay que accionar. Si hablamos y hablamos sin parar,
si apenas escuchamos a los demás, si reaccionamos ante cualquier
cosa y no accionamos cuando hay que accionar... ¿cómo podemos
esperar entonces ser impecables?
Vivimos
demasiado apegados a nuestras emociones y éstas nos sacan de nuestro
centro o punto de quietud. Detrás de todo ello, lo que hay es una
excesiva importancia personal que es la que se siente herida por la
opinión y juicio de los demás. Lo mejor es no tomar las opiniones y
juicios de los demás como algo personal, pues este mecanismo
propicia que fácilmente nos sintamos ofendidos por lo que dicen o no
dicen, por lo que hacen o dejan de hacer, produciendo un gasto inútil
y continuo de energías de bajo octanaje.
Otro
derivado de la importancia personal que resulta agotador, además de
a todas luces ridículo y egocéntrico, es la necesidad que tiene el
ego de llevar la razón, de quedar por encima, cuando lo mejor es
aprender a escuchar, saber conectar y decir lo que se deba decir o
hacer lo que se deba hacer, sin necesidad de buscar la aprobación de
los demás.
El
sabio manejo y uso adecuado de las energías nos vuelve impecables,
siendo el arte de la observación necesario para el descubrimiento de
nuestras debilidades y miserias, así como para descartar lo
superfluo y prestar atención a lo importante. El desapego con la
importancia personal nos evitará el malgasto de energía y tiempo,
aportará sencillez y cultivará la humildad.
Es
por ello que es preciso antes haber encontrado nuestra certeza que nos darán la confianza y la seguridad interior que necesitamos,
no aquella que es buscada en la aprobación de los demás que nos
hace dependientes y nos pone a su merced. También deberá estar
acompañada por la coherencia entre pensamiento, palabra y
obra, pues ésta es requisito indispensable para crear nuestro centro
de gravedad y alcanzar la impecabilidad.
Si
aspiramos a ser impecables, resulta fundamental haber creado nuestro
propio centro de gravedad, nuestro punto de equilibrio que genera y
atrae las circunstancias y personas que sirvan a nuestro propósito,
pues de lo contrario seremos nosotros los atraídos por otros,
sacados de nuestro centro y girando en su órbita perdiendo el norte
que nos hace ser impecables. Aprender a vaciarnos de todo lo
insustancial que nos rodea para generar nuestro propio espacio con
aquello que surge del interior de forma espontánea y natural, es más
que necesario para tener un centro de gravedad propio y equilibrado,
sin el cual conseguir la impecabilidad se hace poco menos que
imposible.
La
impecabilidad también tiene íntima relación con hacernos
responsables de nosotros mismos y dejar de culpar a otros de nuestra
desdicha y miseria. Para ser impecables hay que asumir la
responsabilidad que nos atañe a cada uno y no seguir eludiendo lo
que solo nosotros podemos cambiar. El impecable se enfrenta a la
realidad, sea cual sea, mientras que los otros prefieren ignorarla o
esperar que se arregle sola. El impecable es fiel a su propósito y
nada consigue sacarle del camino, mientras que a los otros cualquier
distracción les desvía y cualquier camino les vale.
Está
claro que la impecabilidad no se consigue de un día para otro, no
nos acostamos un día y nos levantamos al siguiente siendo
impecables, sino que cuesta mucho, es algo para ejercitar a diario.
Pero cuando ya fuiste impecable te das cuenta de cuando no lo estás
siendo porque algo no está afinado. Mientras más tiempo consigamos
ser impecables menos espacio tendrán nuestras miserias y más
afianzado estará nuestro espíritu para que la Consciencia del Ser
pueda manifestarse.
Ángel
Hidalgo
Impecable,Ángel!!
ResponderEliminarGracias es tiempo de poner atención a los valores, ética y razón para forjar un mayor carácter y dirigir nuestra atención al despertar de conciencia y dirigidos a ayudar hacer el CAMBIO real que necesita nuestro planeta, desde nuestras trincheras haciendo lo correcto, bello e impecable.... un saludo afectuoso.
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